Las cámaras del C5 de Matamoros mostraron el pasado viernes una escena perturbadora: un grupo de hombres armados arrastraban al menos dos cuerpos en plena calle, y a plena luz del día, para subirlos a la parte trasera de una camioneta tipo pick up.
Sucedió en la calle Lauro Villar y participaron entre cinco o seis vehículos que se dirigieron hacia el rumbo de Playa Bagdad, en la costa tamaulipeca, cerca de la frontera.
En Lauro Villar había quedado abandonado el vehículo en que cuatro extranjeros estadounidenses, identificados como Latavia McGee, Shaeed Woodard, Zindella Brown y Eric Williams, habían llegado a Matamoros, la mañana del 3 de marzo.
Una de las viajeras, según las autoridades, habría acudido a practicarse una liposucción. La unidad tenía placas de Carolina del Norte. La primera versión indicaba que “los levantados” eran haitianos involucrados en el tráfico de drogas.
Agentes de la fiscalía contactaron a autoridades estadounidenses del Consulado General de Estados Unidos en Matamoros para ver si el vehículo tenía reporte de robo. Sin embargo, mientras avanzaba el fin de semana, las pesquisas dejaron claro que no se trataba de ciudadanos haitianos, sino de un grupo de estadounidenses que aquella misma mañana había cruzado desde Brownsville, Texas.
El domingo, el FBI tomó conocimiento del asunto y entabló comunicación con el secretario de Seguridad Pública de Tamaulipas. El Buró solicitó también la ayuda de ciudadanos que pudieran aportar información: ofreció una abultada recompensa y abrió una línea de emergencia para la recepción de datos.
El embajador de Estados Unidos, Ken Salazar, se comunicó con el gobernador Américo Villarreal —quien había salido a practicar alpinismo mientras sucedía todo. La fiscalía estatal solicitó también la colaboración ciudadana.
A lo largo del lunes se comenzaron a recibir llamadas. Supuestos testigos hablaban de convoyes que se movían en brechas, de vehículos incendiados, de migrantes secuestrados y de cadáveres abandonados en ranchos y ejidos.
Fuentes cercanas a la investigación relatan que agentes de la fiscalía, reforzados por más de 40 agentes federales de la Conase, se dividieron en bloques de búsqueda y comenzaron a seguir las pistas. “Fueron a todas”, explican. Pero no encontraban nada.
Los “halcones” del Cártel del Golfo, a quienes el viernes pasado no les llevó mucho detectar el arribo de los estadounidenses, se habían esfumado de las calles. No había rastros de Ciclones, ni del temible Grupo Escorpión. La búsqueda tomó toda la noche del lunes.
En la región hay ranchos de cientos y de miles de hectáreas. Lugares en que a lo lejos se yerguen solo unas cuantas casas, algunas de ellas abandonadas, en medio de llanuras áridas.
Ayer en la mañana, de acuerdo con autoridades consultadas, uno de los grupos se aproximó al ejido El Tecolote, en las inmediaciones del sitio conocido como La Lagunota: un lugar de apenas un centenar de habitantes repartidos a lo largo de extensos campos.
Ahí había un pequeño cobertizo pintado “de color shedrón o ladrillo”. A un lado estaban algunas de las camionetas que los investigadores buscaban, y poco después hallaron a los dos sobrevivientes del drama que comenzó en la calle Lauro Villar. También estaban los cuerpos de quienes perdieron la vida, y entraban ya en descomposición.
Fuentes consultadas indican que es probable que, al ver el tamaño del problema, el mismo Cártel del Golfo revelara la ubicación de las víctimas; lo que explicaría que a vivos y muertos los llevaran de un lado a otro).
Un joven de unos 23 años, encargado presuntamente de cuidar a los secuestrados, fue aprehendido en el lugar. Una fuente indica que “estaba aleccionado”, que “pidió un abogado”, que se negó a hablar.
De acuerdo con el relato oficial, un par de horas después de llegar a Matamoros, sicarios del CDG le marcaron el alto a los estadounidenses: estos no se quisieron detener por miedo.
Un grupo de camionetas comenzó a perseguirlos y entonces les tiraron. Uno de los visitantes echó a correr: le dispararon. Los otros se echaron al piso. Los sicarios subieron a rastras a la caja de una camioneta a los cuatro extranjeros (al menos uno ya estaba muerto), y las sacaron de Matamoros. Todo ocurrió a unas calles del Palacio Municipal, en pleno viernes, a las 11:40 de la mañana.
A los visitantes los movieron al menos tres veces: “los tenían unas horas, revueltos a los vivos con los muertos, en una casa de seguridad. Los interrogaban. Más tarde los llevaban a otro sitio”.